domingo, 30 de diciembre de 2012

El hombre del sombrero

Hace algunos años tuve un encuentro con un hombre que me impresionó. Me atrevería a decir que me marcó. Jamás le he vuelto a ver, pero nunca olvidaré la corta conversación que tuve con esa persona, y eso que todavía sigo intentado entender muchas de las cosas que me contó. Pero creo que era (y digo "era" porque desconozco si aún vive) una persona única, incomprensible para la mayoría de la gente. Creo que nunca volveré a encontrar a nadie con esa manera de ver la vida.
Nunca he contado esta conversación a nadie, pero recuerdo cada una de las palabras que intercambiamos, y creo que este es un buen sitio para contarla.

Era una fría tarde de invierno, y había pedido un taxi para ir a casa de unos amigos. Como me informaron que el taxi tardaría un rato en llegar y me encontraba al lado de un parque decidí esperar sentado en un banco. ¿Una decisión bastante común, verdad? Bueno, puede que no tanto, porque en el banco en el que me senté se encontraba el hombre del que habló. 
De entrada, el aspecto de aquel hombre me resultó curioso: vestía una cazadora vaquera un tanto desvencijada y un sombrero estilo años 50, como los que tantas veces aparecen en las películas de mafiosos. También tenía una perilla blanca justo debajo de los labios, unas patillas muy bien perfiladas justo de la largura de sus orejas y unas arrugas faciales que le hacía una cara bastante dura.
El caso, es que como he dicho, me senté a su lado y vi que el hombre estaba inclinado ligeramente hacia adelante, sujetando su barbilla con sus puños, que descansaban sobre los codos, a su vez apoyados en sus muslos. Observe que miraba fijamente el frente, y cuando me fijé un poco mejor me di cuenta de que miraba  una rama que había en el suelo a un par de metros. Le pregunté:
-Disculpe, ¿se encuentra bien?
En un primer momento no me respondió, pero pasados unos segundos, y sin quitar la vista de la rama en ningún momento, me respondió con una voz bastante áspera:
-Eso depende, ¿a que se refiere? Como se encuentra uno es muy relativo. Creo que tanto si le dijese que me encuentro bien como si le dijese que mal no estaría diciendo la verdad.
-Entonces, ¿debo entender que se encuentra....regular?
-Tampoco estaría muy acertado decir eso. ¿A que se debe tanto interés en mi estado?
- Bueno, yo...me resultó un poco extraño verle tan concentrado en una rama.
-Ah, eso. En fin, supongo que me gusta fijarme en los pequeños detalles. Apostaría dólares contra rosquillas a que usted no suele fijarse en esas cosas.
-Pues la verdad es que debo darle la razón.
-Me lo imaginaba. Casi nadie le da importancia a estas cosas. Sin embargo, fíjese en la rama. Que forma más interesante, ¿verdad? Tan caótica y perfecta a la vez. Igual que otras ramas, pero a la par única. Y otra cosa que me fascina es el nombre. "Rama". Porque no creo que lo haya pensado nunca, pero los nombres tienen importancia. Yo digo rama y usted entiende lo que digo. Pero podría llamarla de otra forma. O decir rama y referirme a otra cosa. Imagínese que todo lo que estoy diciendo ahora mismo no significa nada de lo que cree estar entendiendo. Los palabras tienen poder, acuérdese de esto.
-Eh...si, claro, lo que usted diga.
-Ya, siempre tan escéptica la gente. ¿Alguna vez ha tenido un ataque al corazón mientras bebía vino en un callejón, rodeado de basura?
En el momento en que me preguntó eso, se volvió hacia mí y me miró directamente a los ojos. Y que mirada: profunda, penetrante, parecía que estuviese intentado rebuscar en tu cabeza. 
-No, lo cierto es que no...¿A qué viene esa pregunta?
-¿Quiere que le diga una cosa? No se reconocería a sí mismo con una ataque al corazón y bebiendo vino. Si intentase recordarlo, no sería consciente de usted mismo. Es como si tu mente abandonará el cuerpo, y de repente...¡BAM! Vuelves a estar en él y te puedes mover. ¿Suele beber vino?
-No mucho, la verdad. En alguna reunión.
-No mezcle vino con un ataque al corazón. Ni con leche, es repulsivo.
-Oiga, llevamos un rato hablando aquí y aun no se su nombre. Yo me llamo Matthew. ¿Usted?
-Mi nombre...La verdad es que no suelo usarlo mucho, pero si quiere referirse a mí de alguna manera, puede llamarme Tom. 
-Pues...encantado de conocerle, Tom.
-Ya, seguro. 
-Ehm, bueno, y...¿a que se dedica?
-Podría decirle muchas cosas respecto a eso. Podría decirle que soy doctor, abogado, mendigo, hombre o ladrón. Soy todas esas cosas y ninguna a la vez. Pero realmente subsisto tocando algunas notas mustias con mi guitarra en algún garito de mala muerte.
-Vaya, o sea que es músico. ¿Y donde está su guitarra?
-Anda, pues es verdad. La dejé aquí mismo. Bueno, supongo que se habrá vuelto a hartar de mí y habrá ido a dar una vuelta. No se preocupe, la acabaré encontrando tirada en alguna acera en unos días. Un consejo, si alguna vez toca en público y lo está haciendo incluso peor de lo habitual, diga que su instrumento ha estado bebiendo.
- Lo tendré en cuenta.Y, bueno, no es por entrometerme, pero, ¿tiene usted familia?
-No, y si alguna vez la tuve no lo recuerdo.
-¿Y pareja?
-¿Me está tirando los tejos?
En ese momento me puse rojo como un tomate y respondí:
-¡Por supuesto que no!
A mi respuesta, aquel hombre empezó a reir a carcajadas, y entre risas me dijó:
-¡Tranquilícese, hombre! Le estoy tomando el pelo.
-....
En este momento volvió a ponerse tan serio como antes y me respondió:
-Bueno, responderé a su pregunta. 
Hace mucho tiempo, sí, tuve una compañera. Incluso me casé con ella. Era una chica de clase media, siempre pensando en cosas que no la concernían. Sabía los secretos de todo el mundo. Los llevaba en su cabeza como si fuesen joyas. Pensaba que podía mantenerse al borde de todos los abismos. Pero no pudo. Y ahora esta muerta. Muerta para siempre, y tan hermosa...
-Vaya, lo lamento mucho.
-Uno no puede lamentar realmente lo que no va con él. En fin, cada cosa tiene su lugar, ¿y que hay más romántico que morir bajo la luz de la luna? Sabe, me gusta pensar que ahora está en una playa, mirando al mar, siempre al mar... Si me deja decirle una cosa, no deje que un beso falso le atrape. Nunca se case por amor.
-...
-Bueno, creo que es hora de moverse. Como le he dicho antes, mi guitarra acabará por aparecer, pero tengo que buscarla, y cuanto antes mejor. Sea lo que sea que vaya a hacer, le deseo suerte, la necesitará.

En ese momento se levantó del banco y comenzó a caminar. Y mientras desaparecía de mi vista fue cantando esta canción:
"I had a good home but I left,
I had a good home but I left, right, left..."



miércoles, 26 de diciembre de 2012

La duna a través de la tormenta de arena


Supongo que siempre he sido demasiado pasota para todo. Nunca he rematado las tareas. Siempre dejando todo a medias. Solo dedicándome a lo que apenas me requería esfuerzo, al ocio, a la diversión. Las cosas son así; por decirlo de una forma sencilla, en una simple palabra, soy un vago. Y aunque no me consideró una mala persona (al menos eso quiero pensar) este defecto me ha llevado a veces acometer actos cuestionables, a llevar a cabo acciones impropias de una persona digna. En más de una ocasión, no he ayudado a personas muy cercanas a mí cuando más lo necesitaban. Y no solo he defraudado a otras gente, también me he decepcionado a mi mismo. He dejado muchas cosas importantes para mí sin hacer, por pensar "Uf, cuanto trabajo, ya en otro momento". Incluso he llegado a pensar que no tengo talento para nada, que por eso no termino a las cosas. Tal vez sea así. O tal vez pensar así sea la forma fácil que uso para quitarme mis propias responsabilidades, para no sentirme culpable de mis propias acciones, o mejor dicho, de las acciones que no acabo.
He dejado pasar a muchas personas que quería, personas hacia las que tuve sentimientos muy fuertes, y que por no realizar un pequeño esfuerzo deje que siguiesen por otra senda distinta a la mía. Cuando vuelvo la vista a atrás y pienso en esas personas me doy cuenta de lo estúpido que resulta todo lo que no hice. Con un poco de esfuerzo ahora las situación serían muy distintas. Pero como siempre, mi pasotismo me puede. ¿Y sabéis que es lo peor? Que aunque soy consciente de ello, sigo sin actuar, sin cambiar las cosas. A veces lo pienso, y tengo buena voluntad de hacerlo, pero finalmente esas ideas, se pierden en el tiempo como lágrimas en la lluvia, como el humo de un cigarro entre las nubes, como una mota de polvo en un desván abandonado.
Y a pesar de que lo he dicho muchas veces, está vez voy a cambiar. Lo he intentado muchas veces, sin conseguirlo nunca. Lo he intentado con pequeños cambios, que supuestamente es la forma de empezar a cambiarse a uno mismo, pero no me funciona, así que he tomado la determinación de hacer algo más importante. Puede que no sea importante para otra gente, de hecho es lo más probable, que a nadie se percate, pero para mi lo será. Es muy probable que me cueste la salud, o la cordura, o incluso la muerte (sinceramente, para mí, las dos últimas significarían lo mismo), pero lo haré. Pero aun así, en el último instante, antes de que mi propia conciencia o mi vida se apaguen, sabré que hecho lo correcto. Podré irme a gusto conmigo mismo.
Así que realizaré este último viaje, sin echarme atrás, de principio a fin.

Y lo comenzaré desde ya, antes de que se me ocurra dejarlo para otro día.