martes, 26 de marzo de 2013

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Aquí estoy, en clase de Informática, a las 13:05, un martes de Marzo y sin saber que hacer. Para un día que nos dejan libre, y no se que hacer. Tengo Internet a mi disposición, con total libertad (bueno, total no, hay bastantes páginas interesantes restringidas) y no se que hacer. Toda la información del planeta a mi alcance, a un simple tecleo, y sigo sin saber que hacer. Podría buscar cualquier cosa, y sin embargo, lo mejor que se me ocurre es mirar por la ventana. Me quedo mirando la lluvia, como cae a través de las ramas, escurriéndose a través de unas lánguidas ojas, gota a gota, intentando aferrarse como puede para acabar precipitándose contra el suelo. Que triste. Podría estar escuchando música, mirando noticias, enterándome de lo que pasa en el mundo, y lo único que se me ocurre es mirar la lluvia. El profesor pasa lista y se queda cerca mio, y me pregunta que tal fue un viaje que hice hace poco tiempo. Por lo menos hablo un poco con él. Antes de irse, cierra la ventana. No me molesta, puedo seguir viendo la lluvia, pero no tan bien como antes, y dejo de oirla. Me encanta el sonido de la lluvia, me aisla de los gritos y las chorradas que sueltan mis compañeros, me evade. Es un sonido muy suave, pero consigue que le preste toda la atención.
Mierda. Se va a acabar ya la clase. Y toca matemáticas, mi asignatura "preferida". Y me voy a pasar toda la clase sin hacer nada. Y cuando digo nada, es nada literalmente. Vale, algo si, respirar.
Ojalá lloviese en todas la clases. Al menos tendría algo que hacer.